A inicios del 2021, el mundo comenzó a escuchar noticias concretas sobre la escasez de semiconductores en el mundo y su impacto en diversas industrias, como la automotriz. Pero ¿a qué se debe? Muy aparte del incremento en la demanda de tecnología durante la pandemia, la digitalización impulsada por la nube, la Inteligencia Artificial (IA), el cómputo en el borde y el 5G, en prácticamente todas las industrias, está creando una nueva era de demanda sostenida de semiconductores en el mundo. Algunos datos recientes de la consultora Boston Consulting Group (BCG) nos dicen que, la demanda estimada de procesadores aumentará un 5% por año, al menos hasta 2030. El mensaje está muy claro, la industria automotriz y el mundo en general necesitarán más semiconductores.
Por esta razón se han dado pasos contundentes en esta materia, con inversiones importantísimas en diversos sitios estratégicos del mundo, como los Estados Unidos y Latinoamérica, Europa y Oriente Medio, para asegurar una diversidad productiva que permita resolver con agilidad cualquier futuro reto, cuya escala global comprometa la logística de regiones enteras.
Pero más allá de esta situación, hay una conexión mucho más dinámica entre la industria de los semiconductores y la industria automotriz. Como afirmó Pat Gelsinger, CEO de Intel, durante su reciente participación en el International Motor Show de Alemania (IAA Mobility), estamos convencidos de que los automóviles son “computadoras sobre ruedas”, y que, por lo tanto, nuestra responsabilidad excede ahora el papel de un simple proveedor de productos esenciales para la manufactura de un automóvil, para ser el de un auténtico socio para empujar los límites tecnológicos conocidos en hardware y software, y definir juntos el futuro de la movilidad.
Durante los últimos 100 años, las innovaciones de los automóviles estuvieron centradas en la mecánica. Hoy, gracias al avance de la tecnología y a las capacidades de conducción autónoma, vemos una tendencia clara de transformación en la industria automotriz. Una señal de esto es que esta tendencia impulsará la participación de los semiconductores en la lista de materiales requerida (BOM, por sus siglas en inglés) para vehículos premium nuevos totales a más del 20% para 2030, superando en 5 veces más que el 4% en 2019, de acuerdo con un estudio de la consultora Roland Berger, en conjunto con McKinsey e Intel.
En términos de negocio, esto representa una enorme oportunidad de crecimiento para ambas industrias. Por ejemplo, Gartner predice que el mercado de silicio automotriz duplicará su crecimiento hacia finales de la década, hasta los USD $115 mil millones. Y para la industria automotriz, de acuerdo con las perspectivas hacia 2030 de la revolución automotriz de McKinsey, los ingresos crecerán gracias a la diversificación de servicios de movilidad bajo demanda y servicios basados en el uso de datos. Esto podría generar hasta USD $1.5 billones de dólares en 2030, o un 30% más en potencial de ingresos adicionales, generando un crecimiento total de 50% más que en 2015.
Esta coyuntura es especialmente significativa en Latinoamérica, especialmente para México, debido a la presencia de una industria automotriz sólida y madura, que representa aproximadamente el 20% del PIB manufacturero del país, según la AMIA, y que se ha posicionado como una de las principales exportadoras de automóviles a nivel global. Si consideramos además la ubicación estratégica y los tratados comerciales con Estados Unidos que es uno de los países con mayor demanda de automóviles a nivel mundial, así como la presencia de una industria tecnológica, que es igualmente sólida y en pleno crecimiento, este país cuenta con credenciales únicas para ser un pilar de liderazgo en esta transformación que nos lleve a un futuro con cada vez más vehículos autónomos.
Pero una ocasión de esta magnitud solo puede ser capitalizada si los distintos jugadores de industrias automotriz y semiconductores, coordinan esfuerzos, inversiones, desarrollo tecnológico, y, sobre todo, estrategia y propósito para colocar las bases hacia la movilidad del futuro mediante el desarrollo y comercialización de vehículos conectados e inteligentes, en permanente interacción con su entorno. Y por supuesto, también debemos incluir en la ecuación el desarrollo de un marco legal y de gobernabilidad que abra las puertas a este desarrollo sin precedentes.
Un futuro en donde probablemente los usuarios tendrán acceso de forma común a automóviles autónomos que faciliten la integración y desarrollo de ciudades inteligentes, que den una salida viable a grandes retos como el problema de tráfico que aqueja con fuerza a la mayoría de las grandes ciudades del mundo. Entre otras cosas, también significa que tendremos más diversidad de servicios especializados y con mayor segmentación de movilidad, con un consumo eficiente de energía y con bajo impacto ambiental. Los invito a seguir de cerca la creación de este futuro, que está mucho más próximo de lo que teníamos pensado.
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